sábado, 24 de agosto de 2013

Cada segundo cuenta. 24J

 Treinta minutos. Media hora. Tan solo eso me separa, a mi y a todos los viajeros del Avant de las 19.30, de una gran tragedia.
Una semana antes ya estaba planeado. Nos vamos al Apóstol. Mi primer apóstol, el primero para mucha gente. Todo eran buenas intenciones, una noche de fiesta en la capital gallega para recordar esos jueves universitarios pero esta vez, con más expectación que nunca.

24 de julio.
Los billetes ya comprados. Ida y vuelta. Tocaba esperar en la estación de Ourense un rato. Trenes que llegan, trenes que van, reencuentros de película y algún pasajero que tiene que saltar a su correspondiente tren porque lo perdía. Nunca había visto tanto movimiento en esa estación como aquel día pero era víspera de un festivo, parecía normal. 
Las 19.00 y el control de acceso seguía cerrado. Diez minutos más tarde y lo mismo pero el tren ya estaba en la vía. Se lo comentas a tu madre y ella te responde: " Si eso quédate y no vayas, los billetes se pueden cambiar". Unos minutos más tarde respondes que ya estás en el tren y que te diriges a Compostela sí o sí. 

19.30 ponemos rumbo a Santiago de Compostela. 20.08 Llegamos.

Una vez instalados en Compostela, con la cena comprada y todo listo nos disponemos a entrar en la plaza del Obradoiro para disfrutar de los fuegos del Apóstol. Yo me había dejado el móvil en el piso por si me lo robaban, no quería que la primera vez que iba a esa fiesta fuese "llegar y besar el santo". De pronto los móviles de mis amigos comienzan a sonar sin parar. Malas noticias llegaban: "Un tren descarrila a tres quilómetros de Santiago, hay muertos".
Al rato un policía nos dice que los fuegos se han suspendidos y con ellos todas las fiestas.
Las ganas de fiesta se desvanecieron al instante. No paraban de llegar noticias acerca del accidente, los muertos ascendían. Había rumores de amenaza de bomba pero nosotros hicimos caso omiso de ello. Nos avisaron de que hacía falta sangre. quien quisiera podía dirigirse al centro de transfusión de Galicia para donar. Un amigo quiso ir y le acompañamos.
Al llegar allí, la cola de gente era muy larga. Nadie sabía cuánto tiempo podíamos esperar para que te atendieran. Al ver la ejemplar reacción de la población compostelana, los responsables del centro comenzaron a poner requisitos para donar: 0-, A-, donantes habituales y haber cenado al menos 2 horas antes. La cola disminuía.
Mi amiga y yo solo queríamos ir al piso para ver que se estaba emitiendo en la Televisión de Galicia. Como futuras periodistas, necesitábamos información aunque muchas veces la ignorancia puede llegar a ser muy pero que muy bonita. 
Nuestros sentimientos estaban encontrados. Teníamos ganas de llorar pero las lágrimas no brotaban. Todo era especialmente raro.


Llegamos al piso y lo primero fue responder un montón de mensajes para tranquilizar  a la gente : "Estoy bien ese no era mi tren". Encendemos la tele y las noticias no hacían más que empeorar. Los  muertos ya eran casi ochenta. La fiesta quedaba a un segundo o tercer plano. Alguien conocido sí que iba en ese tren con lo que la preocupación era mayor.
Al final dormimos, poco, pero algo dormimos.



25 de julio.

A las 10.30 me dirijo a la estación de tren de Santiago de Compostela para informarme allí de cómo podía volver a casa. Renfe responde bien y nos ofrece un autobús con salida a la misma hora a la que nuestro tren Avant tendría que hacerlo. A las personas con destino a Madrid les proponen un tramo alternativo en el que tardarán más y `por ello les abonarán el retraso, todo correcto por el momento.
No sabría como explicar lo que se respiraba en esa estación. Había llantos, la tristeza estaba presente en cada esquina, cámaras de televisión, gente desconcertada y miradas que lo decían todo. De esos momentos en los que el silencio cobra importancia y protagonismo.

Nos vamos a casa y parece que todo queda atrás pero no. Todo lo contrario, la información te llega de todas partes y ahora eres consciente de lo que ha pasado.

Varias personas de tu propia ciudad ya no volverían a ella. Ni en bus ni en otro tren, en nada. Surge en ti un sentimiento de culpabilidad y reparas en que podías haber sido tú. Tan solo media hora te separaba de la tragedia. La vida es un hilo. Cada segundo cuenta y esta vez somos más conscientes que nunca.

Galicia ha sido un ejemplo para todo el mundo. Y la verdad es que la ciudad compostelana ha demostrado una solidaridad, fuerza, compromiso, ayuda, organización y sobre todo respeto.
Muchas frases reflejan lo que somos:

"Cuando un gallego, cae toda Galicia cae"

"Somos unha terra pequena pero cunha xente moi grande"


"Os galegos non tememos á morte, tememos á ausencia"


Poco a poco nos vamos recuperando pero incluso el cielo aquellos días compartió con sus nubes grises el luto.
Hemos dado una buena lección, ahora nos toca aprender a nosotros. Todo pasa por algo y tenemos que creer en ello aunque no sea fácil.
 Un mes después se han despejado incógnitas pero quedan muchas otras por resolver. Hubo oportunistas como en todas las desgracias pero han sido escasos y esperemos que no aparezca ninguno más.

Ahora toca luchar por el será y no quedarnos en el fue. Recordar a esas personas que se fueron  ya que seguimos viviendo mientras que alguien nos recuerde.

Con lo que a mi respecta, con esto he aprendido mucho y me he dado cuenta de que hay gente que siempre está ahí y que realmente merece la pena. Que debemos disfrutar cada instante por aburrido que parezca.







           Ningún 24J será igual pero siempre recordaremos a esos héroes, nuestros héroes.













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